miércoles, 22 de septiembre de 2010

Por algo ocurren las cosas...

El siguiente relato refiere al sismo del D.F., hace 25 años, y es fiel testimonio del poder del destino, de la fuerza divina o de una simple coincidencia.

Escrito por Claudia Ivonne Chee Estrada, estudiante de la Facultad de Ciencias Humanas de la UABC, Mexicali.

Mi madre, originaria de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, de carácter muy intenso y llena de pasión por la vida, desde muy joven aprendió a trabajar para conseguir su independencia y vivir todas las experiencias posibles; para esto siempre tenía los impulsos de viajar de una ciudad a otra y el lujo de vivir en todas las ciudades importantes del país, asi como conocer a un sinfin de personas.

Sus lugares favoritos son Guadalajara, Jalisco y México D.F en los cuales llegó a vivir años.

De todos los relatos que mi madre me cuenta, hay uno muy impactante para mí: México D.F, mediodía del 17 de Septiembre de 1985, mi madre acababa de llegar de Martinez a la Torre, Veracruz, tras un largo viaje por carretera. Como estaba muy cansada subió a su departamento a dormir y en ese momento no tomó en consideración bajar sus cosas del carro.

En la noche, al querer bajar sus cosas, vió su carro con todas las puertas abiertas y vacío, lo que provocó un tremendo arranque de ira, e hizo que mi madre tomara sus llaves y se largara de ese lugar justo con lo que traía puesto y su bolsa.

Para el 18 de Septiembre ya se encontraba de paso en Celaya, Guanajuato, con unos amigos pero su plan era ir a Guadalajara, Jalisco, a pasar unos días con una amiga que tenía de años. Llegó en la madrugada del 19 de Septiembre y enseguida se fue a dormir. Ella recuerda que la despertó un temblor ligero y algo que le queda muy presente es una lámpara que se movía de un lado a otro, las hijas de su amiga corrieron asustadas y la señal de la televisión se fue de de repente.

Para cuando regresó la señal, empezaron a ver todo el desastre del terremoto que sacudió a la Ciudad de México la mañana del jueves 19 de Septiembre de 1985. Lo más impactante de todo, fue que tiempo después del terremoto, mi madre se enteró que el edificio en el que vivía se derrumbó por completo, hoy en día no existe nada de lo que solía ser ese lugar.

Cuando me platica este relato lo único que recalca es lo agradecida que está con Dios por el milagro de salvarle la vida, no deja de pensar una y otra vez de qué hubiera pasado si no le hubieran saqueado el carro, o si no hubiera tenido ese arranque de ira.

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